
El suicidio en Chile: un llamado urgente a la reflexión y a la acción
Javier González, Académico U. Central sede Región de Coquimbo
El suicidio es un fenómeno complejo y profundamente doloroso que afecta a miles de personas en Chile y el mundo cada año. Según datos recientes (Llorca-Jaña et al., 2025),Chile presenta una tasa de suicidio especialmente preocupante entre jóvenes adultos y adolescentes, situándose como la tercera causa de muerte en estos grupos etarios. Esta realidad no solo refleja un problema de salud pública, sino también un desafío social, cultural y psicológico que demanda una mirada integral y comprometida.
En primer lugar, es fundamental entender que el suicidio no es un acto espontáneo ni aislado, sino la culminación de factores múltiples. La presencia de problemas de salud mental previos (personales o familiares), juega un rol central. Sin embargo, la presencia de otros estresores, como las presiones sociales, la desigualdad, la falta de oportunidades, y experiencias traumáticas como el acoso escolar u otras vulneraciones aumentan el riesgo.
En Chile, el estigma asociado a los trastornos mentales y la cultura del silencio en torno a los problemas emocionales dificultan la búsqueda de ayuda oportuna. A ello se suma la insuficiencia en la cobertura y calidad del apoyo psicológico y psiquiátrico en el sistema público de salud, especialmente en zonas rurales o vulnerables. Este doble muro —estigma y deficiencia en el acceso— agrava la invisibilidad del problema y reduce las posibilidades de prevención efectiva.
Otra arista crucial es el rol del entorno familiar, educativo y comunitario. El fomento de espacios seguros para dialogar sobre emociones, dificultades y sufrimientos debe ser una prioridad. La educación emocional desde temprana edad, la capacitación de docentes y profesionales de la salud, y la promoción de redes de contención comunitaria pueden marcar la diferencia para quienes enfrentan momentos de crisis. Se necesita que el mundo “adulto” esté presente y activo, ejerciendo su rol protector y contenedor, desplegando toda acción posible para visibilizar y reflexionar sobre este tema.
Frente a esta realidad, el Estado y la sociedad tienen la responsabilidad de articular políticas públicas robustas que prioricen la prevención del suicidio. Esto implica no solo aumentar recursos y mejorar la red de atención en salud mental, sino también transformar los estereotipos y prejuicios que aún persisten, promoviendo una cultura de empatía y comprensión. La inclusión de la juventud en la construcción de estas políticas es clave para que las soluciones sean pertinentes y efectivas.
En conclusión, el suicidio en Chile es una urgencia silenciosa que interpela a todos. Es imprescindible que abordemos este tema con sensibilidad, conocimiento y voluntad colectiva. La prevención del suicidio no es solo salvar vidas, sino también construir una sociedad más justa, solidaria y humana. Si logramos abrir el diálogo y fortalecer los vínculos, podremos transformar el dolor en oportunidades de vida, favoreciendo y/o creando una red de cuidados para todos y todas.